
Los espejos en los que solemos mirarnos habitualmente, nos muestran lo perfectamente imperfectos que somos. La naturaleza menguante de nuestra era, nos vislumbra mediante la fuerza con que impide que el hombre la desaparezca entre el concreto, lo perfectamente imperfecta que es. Cuando caminamos por las calles, sintiendo –luego de tener noción de realidad- que somos (homosexuales), y nos encontramos: discriminados, observados, murmurados , soportados, tolerados y finalmente aceptados, es entonces cuando sentimos que el Dios que nos creó a su imagen y semejanza –y siendo este el único en atreverse a hacerlo- procuró dotarnos de ciertas “imperfecciones ” para al final de los tiempos tener algo importante y decisivo que hacer …